Si las abejas se extinguen, los seres humanos se enfrentarán a numerosos
desastres, como la erosión, la desertización y la desaparición de las plantas
que nos sirven de alimento
Las plantas sostienen la continuidad de sus
especies mediante reproducción generativa, ya sea con semillas o mediante
reproducción vegetativa, a través de ventosas, bulbos o tubérculos. En la
naturaleza, podemos observar estos métodos de reproducción, pero tendemos a
pasar por alto la maravillosa perfección con la que estos procesos se llevan a
cabo y, tal vez a causa de su pequeño tamaño, subestimamos el papel que
desempeñan las semillas en el planeta. Sin embargo, como las demás criaturas en
el universo las semillas también demuestran la Magnificencia de Dios:
«¿Alguna vez habéis considerado la semilla que
sembráis? ¿Sois vosotros los que la hacéis crecer, o somos Nosotros Quienes la
hacemos crecer? Si hubiéramos querido, sin duda la convertiríamos en broza, y
luego vosotros no dejaríais de exclamar: “En verdad estamos en una gran
pérdida.”»1.

Las semillas disponen de numerosas características
importantes. Están dotadas de toda la información necesaria sobre las ramas y
las hojas de la planta en la que se convertirán, así como del número y la forma
de dichas hojas. En el interior de la semilla se encuentra programado el color,
la finura o grosor de la corteza y el número y la anchura de los conductos que
transportan los nutrientes y el agua, independientemente de que vaya a dar
fruto. En este caso, también el sabor, el olor y la forma de dicho fruto.
Incluso la información acerca de cómo la planta reaccionará frente a
condiciones adversas de su entorno durante su normal desarrollo se encuentra
registrada en este programa. Por ejemplo, una planta que normalmente se
desarrollaría en condiciones climáticas ideales está también programada para
producir semillas a corto plazo con objeto de favorecer la reproducción bajo
condiciones adversas, como son la sequía o un calor excesivo. «Dios es Aquel
Quien hiende el grano y el hueso de la fruta. Hace surgir lo vivo de lo muerto
y hace surgir lo muerto de lo vivo. Ese es Dios: ¿Cómo es que os apartáis de la
verdad y realizáis falsas demandas?»2.
Si consideramos el proceso de crecimiento de la
planta a partir de una semilla equipada con la información correcta, podremos
observar que, en cuanto se den las condiciones adecuadas, la semilla primero
germinará y, a continuación, se formarán las hojas y el cuerpo sobre su tallo.
Llegado el momento, se formarán las flores, de acuerdo con el mandato divino.
Las flores, que más tarde formarán el fruto, y las semillas de las que surgirán
las futuras plantas serán unidas mediante su propio polen (cleistogamia o
autopolinización) o el polen de otra planta de su misma clase (polinización
cruzada) mediante un sistema perfectamente organizado. La autopolinización
tiene lugar o bien antes de que se abra la flor o después de que el polen se
haya desarrollado. Dado que el pistilo y los estambres de algunas plantas son
ocultados por otras partes de las mismas, al polen le resulta difícil llegar a
ellos, por lo que la planta obedece las órdenes y se autopoliniza.
En la polinización cruzada, las plantas utilizan el
polen de otra planta de su misma especie. El transporte del polen tiene lugar
gracias a la acción del viento, la lluvia o los insectos que se posan en las
flores.
Las flores de numerosas plantas polinizadas por el
viento y la lluvia tienen una apariencia muy modesta. Sin embargo, la forma en
la que han sido creadas les permite producir polen en abundancia. Aunque la
mayor parte del polen que arrastra el viento y la lluvia se pierde, este polen
perdido no deja de enriquecer el suelo de forma orgánica y al menos una parte
del mismo encontrará una flor a la que poder polinizar. El creador ha conferido
a estas flores, que son polinizadas por insectos, diversos colores y formas a
fin de atraer a sus visitantes. Durante la polinización, el polen de las flores
que tienen menos cantidad de esta sustancia que las que se autopolinizan es
transportado por abejas y otros insectos, cuyas patas, alas y antenas han sido
creadas específicamente para esta misión, para la que han sido inspiradas 3.
Los insectos que favorecen la polinización son recompensados con néctar y
polen.
De entre todos los insectos que llevan a cabo la
tarea de la polinización, las abejas constituyen el grupo más importante.
Cuando se menciona a las abejas, la mayoría de la gente piensa en las
melíferas. Sin embargo, los abejorros también prestan un servicio a la
humanidad. Además de los productos que nos ofrecen, las abejas resultan
indispensables por su contribución a la reproducción de las plantas.
Las abejas succionan el néctar de las flores y lo
almacenan en un estómago especial llamado «bolsa de miel». A
continuación, lo vacían en un panal como miel. Las patas que el Creador ha
otorgado a las abejas están capacitadas para recolectar el polen. Las patas
traseras de las abejas son diferentes a las del resto de los insectos. Los
largos pelos alineados en ellas actúan a modo de cesta recolectora.
De los 82 tipos de plantas que cubren el 90% de las
necesidades alimenticias de los seres humanos en todo el mundo, 63 (el 77%) son
polinizadas por las abejas y sin ellas resultaría imposible que estas plantas
produjesen semillas. Las abejas son imprescindibles para la formación de las
semillas de numerosas plantas que dan frutos que consumimos, como son las
manzanas, las peras, los melocotones, los albaricoques, las cerezas, los
melones, las sandías o las calabazas. También para las que se emplean en la
industria, como son los girasoles, los cártamos, la semilla de colza, el
algodón o las remolachas azucareras, así como las utilizadas como alimento del
ganado, como el trébol, el pipirigallo, el trébol rojo o la arveja. Esta tarea,
que se lleva a cabo todos los años mediante la polinización de las abejas, es
mucho más importante que la producción de miel. Además, las abejas hacen
posible que miles de especies de animales que se alimentan de estas plantas o
las utilizan como refugio continúen existiendo. No debemos desestimar la
conexión que Einstein estableció entre la desaparición de las abejas y el Día
del Juicio Final.
Otra misión encomendada a las abejas es la
prevención de la erosión. Las plantas que necesitan ser polinizadas las abejas,
como las pertenecientes a las familias Asteraceae, Boraginaceae, Brassicaceae,
Campanulaceae, Compositae y Fabaceae, están muy extendidas en zonas en las que
existen graves amenazas de erosión. De manera similar, los cultivos forrajeros,
que son de vital importancia para la alimentación del ganado y para la
preservación del equilibrio ecológico, dependen también de insectos para su
polinización. En plantas como el trébol, la parte superior de los órganos de
las flores se encuentra cubierta por una membrana. En este tipo de plantas, las
abejas rompen dicha membrana para acceder al polen. Si no existieran las
abejas, el polen quedaría atrapado.
La inspiración divina hace que las abejas tomen el
néctar y el polen del mismo tipo de planta durante todo el día. Incluso
habiendo otras plantas que contienen una mayor cantidad de néctar y de polen,
las abejas solo se detienen en la especie de flor que han visitado primero.
Esto demuestra que no lo hacen al azar.

Al
igual que otros muchos seres vivos, las abejas están al servicio de la
humanidad, al trabajar bajo las reglas establecidas por el Único Señor de todos
los Mundos. Por desgracia, hay actividades realizadas sin una investigación
previa sobre el significado del universo y la sabiduría que subyace a la
creación de los seres vivos. Casos típicos son la industrialización no
planificada, la cual provoca un aumento de la contaminación ambiental, y el uso
despreocupado de sustancias químicas. Ambas son la causa de un imparable
descenso en la población de abejas. Con independencia de las guerras o de los
incendios provocados por el hombre, cualquier empresa que pueda provocar la
desaparición de las abejas podría desencadenar la destrucción de la humanidad.
Si las abejas se extinguen, los seres humanos se enfrentarán a numerosos
desastres, como la erosión, la desertización y la desaparición de las plantas
que nos sirven de alimento, tanto a nosotros como a los animales que criamos.

Fuente: Ecoportal.net / Imágenes Google
Notas1 El Corán, 56: 63-65.
2 El Corán, 6: 95.
3 El Corán, 16: 68-69.