Michael Pollan lleva diez años dedicado a investigar la relación entre
el ser humano y la comida. Autor de varios best sellers sobre alimentación,
Michael Pollan publica ahora en castellano esta pequeña guía de lectura
esencial para que quienes continúan "alimentándose" de comida basura
sepan que esta puede ser la causa de gran parte de sus enfermedades... No
descubrirá América, pero al menos revelará de forma divertida y amena a muchos
americanos (y europeos, australianos, etc) el veneno que se llevan al plato con
la llamada "dieta occidental".
"Cada año aparecen 17.000 nuevos
productos
(alimentarios) en los supermercados.
La mayoría de ellos no merecen
que se les
llame alimento”.
Con estas
impactantes primeras líneas, Michael Pollan nos pone ya sobre la pista de lo
que va a tratar este pequeño y básico manual: de la distinción entre comida de
verdad, sana, y comida tratada, procesada, claramente perjudicial para la salud a
medio y largo plazo.
Aprender a
identificar esta última ("sustancias comestibles con aspecto de alimento",
en palabras de Pollan) no es tan sencillo como creemos, ya que constituye una
proporción enorme de la oferta alimentaria total. Y no se limita a burbujeantes
refrescos artificiales, aperitivos de llamativos colores y extrañas
formas, o sucedáneos varios fácilmente reconocibles (como crema de queso sin
queso!) , sino que se extiende a todo tipo de productos básicos, como pueden
ser el yogur, el pan, el tomate frito de bote, o la carne de animales
herbívoros alimentados con cereales (con frecuencia transgénicos) en lugar de
hierba (lo que obliga a suministrarles antibióticos que al final acaban en el
plato del consumidor), y las frutas y verduras cargadas de pesticidas y
fertilizantes químicos.
Diez años
lleva ya Pollan (1955), catedrático de Periodismo en Berckley (California) y
escritor, entregado a la investigación de la relación entre el hombre y la
comida en sus diferentes vertientes (aspectos biológicos, históricos, sociales,
culturales, antropológicos, políticos, mercantiles, de marketing,
publicitarios...), siguiendo la estela de Paul Rozin y Claude Fischler,
recabando cuantiosa información y otorgando especial importancia al estudio de
la llamada "dieta occidental", la que impera en Estados Unidos y,
lamentablemente, cada día más presente en el resto de paises del mundo.
A ello ha
dedicado otras dos recientes obras de enorme éxito editorial: "Omnivore's
dilemma", 2006 ("El dilema del omnívoro", 2011) e "In
defense of food", 2008 (publicada en España como "El detective en el
supermercado (Booket Logista) ", 2009), ;ambas rigurosas y a la vez muy
entretenidas.
Pero en esta
condensa la experiencia y reflexiones expuestas en las anteriores (donde
encontraremos documentación exhaustiva) traduciéndolas en consejos, en una
recensión radicalmente abreviada y de carácter práctico orientada a hábitos
cotidianos, acompañando las normas que lo precisan de interesantes y curiosas
explicaciones, con frecuencia no exentas de humor.
Sumando a su
condición de estudioso la de activista, Pollan no se conforma con contemplar
los hechos desde la distancia, pues también denuncia y señala
responsabilidades, algo preciso para que podamos entender este desaguisado,
establecer un diagnóstico y buscar soluciones.
Existen muchas
dietas diferentes a lo largo y ancho de la tierra a las que el cuerpo humano se
ha ido adaptando, explica, algunas de las cuales nos pueden parecer aberrantes,
aunque si lo fueran, la gente que las adoptó no nos acompañaría en estos
momentos, pero con la dieta occidental "hemos creado la única dieta que
consigue enfermar a la gente!", ironiza.
Eso sí, estos
alimentos procesados producen enormes ganancias a la industria alimentaria,
incluso, por desgracia, a los laboratorios farmacéuticos, que obtienen
beneficios infinitamente mayores con las enfermedades crónicas (provocadas en
gran parte por estos artículos sintéticos) que trabajando en la prevención. Son
muchos y grandes los intereses en juego.
Como ejemplo
pone la soja: "De siempre se ha tomado tofu, salsa, tempe, pero...
¿proteína de soja aislada, isoflavonas de soja, proteína vegetal texturizada,
aceites de soja parcialmente hidrogenados..?" "O nos hace preguntas
impepinables: "¿A quién le pueden gustar los diglicéridos etoxilados?, en
la naturaleza no encontraremos nada parecido".

Sin dejar de
valorar lo positivo que aportan, Pollan se muestra
muy crítico con los expertos
en nutrición: "Con sólo 200 años
de antigüedad, la ciencia de la nutrición
es un campo que,
por decirlo con buenas palabras, está todavía en
pañales",
afirma. Además, considera que está demasiado manoseada
por las
grandes empresas de la alimentación, que suelen
utilizar sus aportaciones, de
modo sesgado, como slóganes
publicitarios para incrementar ventas.
La
alternativa? Como tantos otros estudiosos de la alimentación
industrial y de
sus efectos negativos en la salud humana,
Pollan concluye en la necesidad de volver a los productos
normales, los de toda
la vida, naturales, ecológicos, de
proximidad y en todo caso mínimamente
tratados: pues a
mayor grado de procesamiento mayor riesgo de contener
sustancias potencialmente nocivas.
Frente a la
dieta occidental propone el regreso a las raíces,
a la cocina de
nuestros antepasados. "La cocina cargada de
sentido que hemos conocido a
través de nuestras madres y
abuelas es cultura, no algo que se improvise, es el
resultado
de mucho trabajo, de muchos, en muchas partes y durante
mucho tiempo,
una sabia elección de qué comer y cómo
combinarlo, prepararlo".
Tradiciones, por cierto, refrendadas
en su mayor parte por el conocimiento
actual.
"Come
comida de verdad, con moderación, y sobre todo
vegetales", es su máxima.
Con Saber
comer: 64 reglas básicas para aprender a comer
bien (Debate) (publicada en
inglés en 2009 y ahora por fin en
castellano), Michael Pollan pretende
simplificar la decisión
de comprar, de proveerse de buenos alimentos, facilitar
la
confección de una lista de la compra sensata (el ideal sería
cultivar nuestro
propio huerto o al menos unas macetas y
asegurarnos, cuanto menos, del buen
cuidado de los animales
y del origen honesto de la proteína animal). Y ahí entra
en juego
el dilema del omnívoro, un problema que el hombre había resuelto
en
buena medida y que alguien se ha empeñado en embrollar:
decidir qué comer y, lo
que es casi igual de importante,
cómo llevarlo a cabo, las costumbres, los
usos.
¿Debemos volver
a aprender comer?
Parece que sí.
¿Qué y cómo comer?
Si quieres comer comida en vez de sustancias comestibles con
aspecto de
alimento, estas son algunas de las reglas básicas
que Pollan nos aconseja
seguir:
- Evita
alimentos que citen cualquier clase de azúcares
(o edulcorantes) entre sus tres
primeros ingredientes:
Suele querer decir que contienen demasiada cantidad.
Los
ingredientes se ordenan por proporciones, de más a menos.
- Evita
productos que tengan más de cinco ingredientes en su
composición: la
probabilidad de que estén altamente procesados
es muy elevada. Pero sobre todo
evita las bebidas refrescantes,
"el antialimento por excelencia".
- Evita
productos que afirmen ser saludables:
"para poder afirmarlo necesitan como
soporte una etiqueta
y un envase, y todo lo envasado casi siempre equivale a
procesado.
(...) Además, sólo los grandes productores disponen de medios
para
conseguir que las autoridades sanitarias les aprueben
esos lemas...
afirmaciones que suelen estar fundadas en
datos incompletos y en
investigaciones deficientes".
La comida sana no tiene apenas dinero para
publicitarse.
- Evita productos
que contengan ingredientes que
un niño de primaria no pueda pronunciar: lo
simple
ofrece muchas más garantías.
- Evita
alimentos que veas anunciados en televisión:
bastante más de las dos terceras
partes de los anuncios
de tv en EE.UU son de productos procesados.
- Come
únicamente alimentos cocinados por seres humanos:
es más seguro, y hay que
pensar que una de las claves
del éxito de los alimentos procesados es su
durabilidad.
"Las grandes corporaciones aspiran a que sus productos
sean
inmortales", lo que implica alteraciones, adiciones.
- Compra en
las zonas periféricas del súper y aléjate del centro
(habitualmente los
productos frescos se colocan
en las zonas laterales).
- Come sólo
alimentos que acabarán pudriéndose:
Con algunas excepciones, como la miel,
"la comida
de verdad está viva... tiene que morir". Los alimentos que
más tardan en caducar son los menos nutritivos y más procesados.
- No ingieras
nada que haya sido cocinado en lugares donde
todo el mundo tiene que llevar
mascarilla quirúrgica.
- Si te lo
sirven por la ventanilla del coche, no es comida.
- Si se llama
igual en todos los idiomas, no es comida
(piensa en Big Mac, Cheetos o
Pringles).
- No desayunes
cereales que cambien el color de la leche
(muy procesados, llenos de
carbohidratos refinados
y aditivos químicos)
- Toma una
copa de vino con la cena.
- Paga más y
come menos.
- Come muy
poco o nada de carne.
- Come comida
de verdad, con moderación, y sobre todo
vegetales. "De los 75 o 100
elementos que necesitamos
para mantenernos sanos, casi todos están en las
plantas".
- Pasa tanto
tiempo disfrutando de la comida como
el que ha tardado en prepararse.
- Come siempre
sentado a la mesa.
- Cocina.
Hay estudios que demuestran cómo la salud de la
gente que cocina en casa
es bastante mejor que la de la
gente que come habitualmente fuera.
- Cultiva tus
propios alimentos. "Todos deberíamos cultivar
aunque sea en la ventana o en los
balcones".
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Fuente: http://www.ecoportal.net
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