La producción industrial de
carnes y sus derivados
se está convirtiendo en un enorme problema de
contaminación ambiental y despojo de tierras y agua.
Es también uno de los
mayores factores
de cambio climático y el principal destino global
de los cultivos
transgénicos.
Por si fuera poco, la cría industrial confinada de animales
se
caracteriza por la crueldad y debido al hacinamiento
y la gran cantidad de
antivirales y antibióticos que se aplican,
es un criadero de nuevas
enfermedades
animales y humanas, como la gripe aviar y la gripe porcina.
El
origen de ésta última, por ejemplo, se detectó
en Perote, Veracruz, en los
criaderos de cerdos
de Granjas Carroll.
Estos y otros datos que necesitamos conocer sobre esta
industria, porque afectan nuestra vida, la naturaleza y el ambiente de muchas
maneras, forman parte del “Atlas de la
Carne”, una nueva publicación de la Fundación Heinrich Böll, elaborada en
colaboración con otras organizaciones e investigadores.
El caso de Granjas Carroll en México es un ejemplo
paradigmático de muchos de los impactos y modos de operación que caracterizan a
esta industria.
La empresa fue comprada parcialmente en 1994, por Smithfield Company,
trasnacional estadunidense que era la mayor productora mundial de carne de
cerdo y que al llegar a México intensificó y aumentó su producción aún más.
Smithfield se trasladó a México huyendo de varias demandas millonarias por la
grave contaminaciòn provocada por sus instalaciones en Estados Unidos.
Llegó aquí aprovechando la falta de regulación y fiscalización que México
ofreció, de facto, como ventaja comparativa en el TLCAN, a las industrias
contaminantes de Norteamérica. La contaminación y las protestas de los
habitantes de pueblos vecinos, afectados por el envenenamiento de sus suelos,
aguas subterráneas y aire no tuvieron aquí consecuencias para Smithfield. Los
gobiernos de Puebla y Veracruz se encargaron de criminalizar y perseguir a las
víctimas que protestaron por la contaminación.
En 2013, la mayor procesadora de carne de China,
Shuanghui, compró Smithfield, en una operación típica de la actual tendencia
global de esta industria: megaempresas procesadoras de alimentos de Brasil,
India y China han ido comprando empresas de producción, faena y procesamiento
de carnes, lácteos y huevos en todo el mundo.
Actualmente, JBS SA, de matriz brasileña, es la mayor
productora global de carne vacuna y luego de la adquisición en 2013 de
Seara Brasil, también la mayor productora global de aves. JBS está entre los 10
procesadores de alimentos más grandes del planeta y es líder en capacidad de
faenado. Supera en ingresos anuales a tradicionales gigantes de la industria
alimentaria, como Unilever, Cargill y Danone.
JBS tiene capacidad para faenar diariamente 85 mil
cabezas de ganado bovino, 70 mil cerdos y 12 millones de aves, que distribuye
en 150 países. Le siguen en volumen Tyson Foods y Cargill. Esta última tiene un
cuarto del mercado cárnico de Estados Unidos y es la mayor exportadora de carne
en Argentina. En cuarto lugar está Brasil Foods (BRF), producto de la fusión de
las megaempresas Sadia y Perdigão en 2012. Antes de la compra por parte de
Shuanghui, Smithfield ocupaba el séptimo lugar entre los procesadores de
alimentos a escala mundial.
México, con
condiciones como las que otorgó a Granjas Carroll, ha pasado a estar entre los
10 países con mayor producción de carne vacuna, porcina y avícola a escala
global. Empresas trasnacionales dominan la industria, desplazando en las pasadas
dos décadas a muchos productores nacionales chicos y medianos.
La industria de la carne no se ha detenido y sigue buscando escalas cada vez
mayores. La concentración se da en dos niveles: a través de fusiones y
adquisiciones –creando empresas cada vez más grandes– e intensificando la
producción: aceleran el crecimiento artificialmente, agrandan los centros de
cría, aumentan la cantidad de animales por superficie y el ritmo de
procesamiento.
Este tipo de cría
confinada se basa exclusivamente en forrajes industriales. Han sustituido los
diversos cultivos que se usaban antes, por soya y maíz transgénicos.
Actualmente el 98
por ciento de la producción global de estos dos granos transgénicos va para
forrajes y unos pocos usos industriales más. México no es la excepción:
mientras que la producción nacional de maíz no transgénico es excedentaria para
consumo humano y para varias otras actividades, las empresas de todas maneras
importan maíz transgénico para forrajes de cría industrial animal, una
necesidad creada por ellas mismas, que además de alimentar a esta devastadora
industria, coloca en riesgo de contaminaciòn al maíz, en su centro de
origen.
Las grandes instalaciones de cría animal industrial eliminan fuentes de ingreso
para millones de campesinos y pequeños ganaderos a escala mundial, al tiempo
que reducen las opciones de los consumidores. Aumentan las ganancias de
trasnacionales, accionistas e inversores, a costa de poner en riesgo la salud,
causar sufrimiento animal, eliminar la diversidad de razas, minar la seguridad
y soberanía alimentarias, contaminar y abusar del agua, entre otros impactos.
..................................
Fuente:
http://www.ecoportal.net/