Poco después llegó también a la posada un muchacho joven de la vecindad. Era labrador y llevaba un traje corto, no una túnica, como los sacerdotes o los hombres entregados al estudio.
-¡Mirad cuán miserable soy!
-Sin embargo – contestó el sacerdote –, me parece que eres un muchacho sano y bien alimentado. ¿Por qué, en medio de nuestra agradable charla, te quejas de ser un pobre miserable?
-Como ya podéis imaginaros –contesto el muchacho –, en mi vida no puedo hallar muchos placeres, pues trabajo todos los días desde que sale el sol hasta que ha anochecido. En cambio, me gustaría ser un gran general y ganar batallas, o bien un hombre rico, comer y beber magníficamente, escuchar buena música o, quizá, ser un gran hombre en la corte y ayudar a nuestro soberano, sin olvidar, naturalmente, a mi familia que así gozaría de prosperidad. A cualquiera de estas cosas llamo yo vivir digna y agradablemente. Quiero progresar en el mundo, pero aquí no soy más que un pobre labrador. Y, si mi vida no os parece miserable, ya me diréis qué concepto os merece.
Nada le contestó el sacerdote y la conversación cesó entre ambos. Luego el joven comenzó a sentir sueño y, en tanto que el posadero preparaba un plato de gachas de mijo, el sacerdote tomó una almohada que llevaba en sus alforjas y le dijo al joven:
-Apoya la cabeza en esta almohada y verás satisfechos todos tus deseos.
De pronto, aterrado por el golpe mortal que esperaba, abrió los ojos y, con gran sombro por su parte, se encontró en la posada. El sacerdote estaba a su lado, con la cabeza apoyada en la alforja, y el posadero aún estaba removiendo las gachas cuya cocción aún no había terminado.
El joven guardó silencio, comió sin pronunciar una palabra y luego se puso en pie, hizo una reverencia al sacerdote y le dijo:
-Os doy muchas gracias por la lección que me habéis dado. Ahora ya sé lo que significa ser un gran hombre.
Y dicho esto, se despidió y, satisfecho, volvió a su trabajo, que ya no le parecía tan miserable como antes.
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Este relato es un cuento apólogo-popular coreano
ilustración: Bodhidharma (1887), de Blockdruck Von Tsukioka Yoshitoshi (1839-1892).
fuente: http://www.narrativabreve.com
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