Toda la fuente se despliega en medio del temblor.
Se torna roja la timida rosagancia
Toda turquesa se trastorna en añil indeleble y
confluye en la encrucijada becketiana
del segundo de todos los segundos.
Si me preguntas donde se refunden los dias y los siglos,
yo diré que en todos y en ninguno.
Si me esperas vete comprando una hamaca y
sigue mirando el Egeo, que Calipso no tiene prisa.
Se ha atascado la cerviz de este reloj de arena.
Si, atascada de expiación
por un bumerang que no he lanzado.
Que no he pulido, que no reconozco como mío.
Mientras alguien se ríe de mi torpeza,
alguien se esconde tras sus desgarradoras
bromas cosmológicas.
Toda la fuente se repliega a la orilla del abismo.
Cuál, me preguntas?
Ese del que te levantas y en el que te acuestas.
Ese que te llama sin importar tu apellido,
tu estandarte,
sin importar tu llaga o
el oráculo bajo el cual imploras.
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