miércoles, 15 de diciembre de 2010

*/ CANTO DE ESPERANZA / Eduardo Chirinos



Dos dioses hay, y son Ignorancia
y Olvido


Rubén Darío

1

Más allá del intrincado laberinto de la culpa,
más allá de la plegaria que disuelve los espejos, más allá
del áspero perfume que arruina toda perfección
hay sólo una pregunta que jamás responderemos.
Con una moneda he pagado el favor de la Sibila,
he palmeado con cariño su joroba, sus temibles mejillas
moradas. Y he partido.
«Hijo mío», murmuró
pero me alejé con prontitud del escenario
cargando a mis espaldas el peso de la fatalidad y la desdicha.
(Una bandada de pájaros pasó sobre mi frente.
Creí entender que señalaban mi destino,
pero eran sólo un error.
Una trampa que no tardaría en repetirse.)

Provisto de un lápiz y un viejo astrolabio
tracé un dibujo sobre el mapa estelar,
luego alcé la mirada
y vi la constelación de Aries girando sobre cúpulas celestes
hundiendo sus pezuñas en el polvo lunar.
Es el deseo, me dije
y fecundé a la doncella que ofrecía magnolias a mi lado,
la cubrí como un hambriento animal
hasta hinchar con violencia su delicado vientre.
Todavía recuerdo su rostro azorado, sus manos crispadas
rodeando mi cuerpo.
Su dulce temblor turbando el dominio de la muerte.

2

Pasé largas noches sin comer ni dormir.
Ni el más ingrato recuerdo podía turbar mi mente
limpia como flor recién lavada por el río,
como árbol que desea decir y dice al viento
maneras que otros cristalizan en palabras.
Una bandada de pájaros pasó sobre mi frente.
Se dirigen hacia el norte o hacia el sur,
aves desoladas que reanudan un vuelo de siglos
ahora las contemplo sin pasión y sin ternura
como un viejo presagio o un aburrido fantasma.
(No es claridad lo que hiere mis ojos,
es el olvido que oscurece la memoria
y la doblega para siempre instaurando la calma.)

¿Para qué interrogar los enigmas que ofrece la noche?
Un amor que se pierde es un anhelo encontrado,
agua que golpea furiosa el cristal que la contiene
para huir a la grandeza anónima del mar.
¿Alguna vez haz visto el mar?
Nada más risible que su tosca mecánica
su insensata fábrica de signos que nadie comprende,
que a nadie le interesa comprender.
El sueño desvanece toda ilusión de realidad
por eso estamos solos
esperando sin rabia y sin resignación el vuelo de las aves,
su inútil canto de esperanza.


Fuente: Recuerda, Cuerpo

No hay comentarios:

Publicar un comentario